No sabes cuanto tiempo llevas sentada en la misma postura, mirando sin ver, con los ojos dirigidos al suelo. Tu mente no funciona, está completamente en blanco. No parpadeas, o no te das cuenta de ello. En algún momento notas que te duelen los ojos. Los cierras con fuerza pero no consigues calmarlos. Te dejas caer sobre la cama y los vuelves a abrir. Tu mirada se pierde en alguna parte del techo.
-¿Qué necesitas?
Esa pregunta se clava en tu mente, se repite, una y otra y otra vez. Intentas buscarle respuesta. Acosas a tu mente para que la encuentre, pero ella sigue completamente apática, vacía, en silencio. La sigues atacando hasta que la cabeza te da vueltas. Una bruma espesa y oscura, la misma que te ha perseguido a lo largo del día, entra en tí. Sientes cómo su frío se extiende, alimentado por tu tristeza. Caes en un estado de inconsciencia sin siquiera darte cuenta.
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