Este blog continúa en: Lights and shadows keep on changing

domingo, 6 de febrero de 2011

Para aquel chico del metro

Para aquel chico del metro que compartió viaje y asiento conmigo.
Para aquel chico que iba estudiando a la vez que yo en aquél vaivén de curvas oscuras.
Para aquel chico que guardó sus apuntes en cuanto lo hice yo y se puso a leer el libro que dejé abierto sobre mi almohada esa mañana.
Para aquel chico del metro que iba leyendo mientras cambiaba de andén.
Para aquel chico de pelo castaño y ojos apasionados que me dejó totalmente fascinada e intrigada...

Sé que no me atreví a hablarte, ni siquiera cuando, después de que perdieras el tren al que yo me subí, apareciste en mi misma parada en la que yo me bajé minutos antes. Perdóname por no haberlo hecho. Debí de cambiar mis miradas a escondidas por una sincera, directamente a tus ojos. Debí haberte hablado, aunque pensaras que estuviera loca, aunque el resto del vagón me mirara extrañada.

Ahora me torturo en la seguridad de que no volveré a sentarme a tu lado en un viejo tren y que nunca podré conocerte como me gustaría haberlo hecho.
Perdóname, porque yo no me perdono por haberte perdido.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Naufragio en océanos de desánimo

Y allí estaba yo. Sentada en la barra del bar con un vestido negro y unos tacones rojos. Mis labios pintados de carmín besaban una copa de amargo fracaso. No pretendía atraer miradas, pero antes de salir de mi piso me vestí con algo bonito y me maquillé para sentirme algo mejor, como si por el simple hecho de haberme arreglado no me fuera a abandonar del todo.
Vacié mi tercera copa y con un suspiro la empujé para que aquel camarero atento me llenara la cuarta.
-Señorita, no tiene porqué seguir intentando ahogar sus penas. Quizás no mueran de esta forma. Quizás debería intentar otra cosa...
Alcé la mirada de la barra hasta sus ojos de color gris oscuro. Negué con la cabeza.
-Póngame otra.
"Quiero terminar de emborracharme de desánimo" pensé.
El atento camarero apretó los labios antes de resignarse y llenarme de nuevo el vaso.
Lo cogí entre mis dedos y me dediqué a balancearlo suavemente observando aquel líquido de tono melaza, caoba, cobre y oro viejo antes de volver a llevármelo a los labios.
Sin darme cuenta, alguien se había sentado en la banqueta de al lado y me estaba hablando.
-Ten cuidado o te terminarás ahogando tú también.
Le miré. Joven, moreno, apuesto. Ojos verdes, vaya... "¿Por qué hoy?" Volví la vista a mi copa.
Al ver que no contestaba, siguió intentándolo.
-Me preguntaba qué podía haberle pasado a una joven tan hermosa para querer perderse en un océano de este tipo.
"¿Hermosa? ¿Qué habrá sido, el vestido, el maquillaje, que estoy sola e intento emborracharme? ¿Que parezco fácil y asequible o todo lo anterior a la vez?"
-Sin duda, lo que le haya ocurrido es cosa suya y no va a compartirlo con un desconocido, ¿Me equivoco?
"No, no te equivocas" Pensé sin llegar a decirlo. No tenía ganas de discutir con nadie.
Suspiró al verse solo ante mis murallas de silencio. Sin embargo pareció no rendirse. Pidió una copa de lo mismo que estaba tomando yo y permaneció sentado alternando su mirada entre mi vaso y el suyo.
"No... no está bebiendo lo mismo que yo..."
Me acabé la cuarta ronda de un solo trago y me planteé seriamente si irme o quedarme. Él pareció leer la duda en mi rostro.
-Deberías irte- dijo para mi sorpresa -No todas las penas mueren ahogadas.
Le miré por primera vez fijamente y en sus ojos pude avistar... ¿Compasión? ¿Pena? ¡Quería ayudarme!
-Deja aquí la botella- Le dije al camarero, que parpadeó perplejo.
-Está bien, te ayudaré a acabarla -intervino aquel joven sentado a mi lado- Quizás esta sea nuestra última botella de fracasos. Si la terminamos puede que no haya más.
Volví a mirarle, ésta vez con los ojos como platos. ¿Cómo podía haber sabido exactamente en lo que estaba pensando?
-Jack- Se presentó con una sonrisa.
-Rose- Contesté todavía con la sorpresa y la duda ancladas en mis ojos.